Un día los chicos de una escuela tienen que llevar a la clase algo que representa su religión. El chico judío lleva la estrella de David. El chico católico lleva una cruz. El chico bautista lleva un plato cubierto.

En la mayoría de las iglesias bautistas, la comida es muy importante. Quizás es porque en la Biblia Jesús habla de comer con pecadores, pero en realidad, creo es porque nos gusta comer. Comemos con frecuencia en mi iglesia. Una vez al mes tenemos bocadillos y sopas después del servicio de la noche. Y para el postre, tenemos galletas y helado. Tres veces al año, tenemos una comida grande después del servicio de la mañana. Los invitados toman su comida primero, pero siempre hay mucha. Lo malo es que la mayoría de las personas llevan lo mismo: maíz, frijoles verdes y macarrones con queso. Y las carnes siempre son pollo y jamón. De vez en cuando hay brocolí o guisantes. Pero al menos hay una variedad de postres: pasteles de manzanas, queso, pacanas, cerezas; tortas de chocolate y otros sabores; pudines de plátanos y de fresas; y siempre hay muchos brownies.

Los niños comen postres y luego tienen mucha energía y corren y gritan. Pero cuando yo como muchos postres—o mucho maíz, frijoles y macarrones con queso—yo tengo sueño. Tengo que dormir. Por eso, después de una comida grande, voy a casa y duermo—a veces tres horas. Luego me levanto, me lavo los ojos, me pongo ropa cómoda y voy a la iglesia otra vez.